miércoles, 14 de marzo de 2012

La atención a la salud.

   Vivimos tiempos en los que todo el mundo sabe que la atención a la salud ( y a la dependencia, de la que hablaré en una próxima entrada) suponen un considerable porcentaje en los presupuestos de gobiernos autonómicos o centralistas y, si hay que ajustarse a unos presupuestos disminuidos, es tentadora la opción de recortar en ese apartado. Dejaré aparte los imprescindibles estudios de costes de oportunidad, al amparo de su retintín ideológico, que cada partido político habrá de hacer antes de tomar decisiones en estos campos. Si me lo permiten, me centraré en el ciudadano, y fíjense que digo en "el ciudadano" y no en los ciudadanos. ¿Y por qué? Pues porque para mi análisis son inservibles los conceptos unificados, relumbrantes, demagógicos y - además - mentiras.

   El ciudadano me permite simplificar, esquematizar. El ciudadano enfermo, de un lado, y el tonticiudadano tontienfermo por otro. No me detendré mucho en estos últimos, salvo indicarles que es una especie en auge que basa sus comportamientos en dos premisas: empeñarse en estar enfermo y, como corolario, empeñarse en que todo ha sido, es y será gratis.

   Me gusta mucho más el ciudadano enfermo, que los hay. En este denostado club al que todos, sin aspirarlo, llegamos existen personas ( interesante palabra) que ven como su infravalorada salud se desvanece, y en los peores casos se acaba junto a la esperanza de sus seres queridos. Son - seremos- juguetes rotos que habrá que arreglar y que cuesta dinero - a veces muuuucho - arreglar. Pues bien, vaya por delante que en España es imposible tocar las partidas presupuestarias que arreglan estos muñecos, y que si alguien lo hiciera dejaría los resultados de Rubalcaba más altos que el Everest, y además provocaría un conflicto, una auténtica guerra. Si no me creen, dense una vuelta por las salas de espera de cualquier hospital, filtren a los tonticiudadanos tontienfermos, y ya verán que esa gente no puede sufrir recortes. Es imposible.

   Entonces el presupuesto sólo puede disminuir de los gastos empleados en los tonticiudadanos tontienfermos, que por supuesto hay que detectar (cualquier médico los conoce en su cupo hasta con nombres, apellidos y club de fútbol preferido).


   ¡Ummm! Claro, ya sé qué van a decirme. - En realidad no sé qué van a decirme -

   El único problema es que detrás del tonticiudadano hay un tontiinvestigador que diseñó un esquema de comportamientos dijen que preventivos sin reparar en que lo que no puede ser no puede ser, y además es caro.

   Vamos que todo esto para decir que hay que atender al enfermo y darle de comer. ¿Esto no lo dijo ya Jesucristo?

   Buen día.

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