martes, 12 de marzo de 2013

El nuevo Papa.


   Como saben, hoy comienza la elección del nuevo Papa en la ciudad de Roma, en el Vaticano. La capital del Imperio que crucificó a un Jesús del que, en realidad, casi nada sabemos.
   Hace 2000 años, y en el contexto de la sociedad judía, un profeta - otro más - reúne a muchos seguidores tras él y reivindica un nuevo Reino, el de aquel que llama Padre, y entre esos seguidores elige a algunos más cercanos a los que, se supone, amplía con mayor precisión su doctrina - básicamente plagada de alegórías - .
   Al menos, entre 30 y 60 años tras su muerte, aparecen los primeros evangelios sobre lo que este profeta dijo. Y es en ese período en el que el verdadero fundador de la religión cristiana católica, San Pablo, que no había conocido al profeta, siembra las bases de esta nueva religión sacándola del ámbito de la sociedad judía en la que, repito, nació.
   Esas bases no son otras que las de incrustar "el mensaje" en la sociedad romana, cuestión que llevó 300 años de altibajos y mártires, hasta el placet del Emperador Constantino y, sobre todo, de su madre.
   Gradualmente y en paralelo, ¿qué ocurrió?
   Pues ni más ni menos que una lucha, entre diversos sectores que interpretaban a aquel carpintero,  crucificado, desde la lejanía cada vez mayor, desde la óptica de religiones tradicionales o paganas, desde la cultura helenística, desde la sombra del poder romano, desde la propia esfera de ser una secta judía más, y desde el este y más allá. Sí, desde el entorno de extremo oriente que no concebía la pérdida de poder en favor de una ciudad que simbolizaba el Imperio que les había machacado, y cuyo único mérito era la muerte allí de San Pablo y, quizás de San Pedro. Pero el mensaje del carpintero llegó hasta China, llevado por "otros" apóstoles, otras interpretaciones.
   Y así se llegó a Calcedonia y su concilio allá por el 380. O conmigo y mi interpretación, o contra mí. Así los cristianos fueron enemigos de los cristianos por cuestiones de tal sutileza teológica que hoy nos serían difíciles de interpretar. Que si hombre antes que Dios, que si de la misma sustancia que el Padre, etc. Y sobre todas las cosas, la disyuntiva terrible entre "pasar por la estructura y la gracia de ese Padre para llegar a la salvación, y de otro lado, la propia capacidad del individuo para salvarse él sólo, sin más intermediarios que su comportamiento. Ni que decir tiene que ganó la interpretación oficial.
  Esta es la historia, las creencias son otra cuestión que merece el máximo respeto. Pero no podemos olvidar que el Cristianismo no es uno, ni mucho menos.
   Pues bien, de ese bando ganador, se elige ahora un nuevo Director ante la dimisión del anterior por causas que, como en general todas las dimisiones, sólo conocerá él mismo y, si acaso, algún allegado.
   Pues bien, y en mi opinión, a este nuevo Papa me temo que le importará un bledo revisar la historia y las posibles interpretaciones que quedaron por el camino, que tienen su propia colección de mártires o que sobrevive a los largo de los siglos en la clandestinidad, la burla o la miseria.
   Pero una cosa sí es incontestable, y es que si creemos a aquel carpintero de una manera u otra, tarde o temprano regresará y juzgará a todos, y eso incluye a esa religión triúnfante.
   Y parece que el carpintero cumplía lo que prometía.

   Buen día.