martes, 14 de diciembre de 2010

Economía y Cocina, o viceversa.

Me gusta mucho la economía, porque es un poco como la medicina. Aplica terapias, en ocasiones controvertidas, para curar los males materiales de un país, y además emplea verbos y palabras maravillosos, como por ejemplo "monetizar", que no me dirán ustedes que no es fantástico. Significa algo así como que si debes cien mil, pues imprimo muchos billetes y así hay más dinero, aumenta la velocidad de flujo de la masa monetaria, sube la inflación y los cien mil que debes pasan a ser 90 mil. Es fantástico, repito. De todas formas no sé yo mucho de economía. Pero me viene ahora este aire porque leo que algún político emplea recetas de cocina para diseñar estrategias, y aunque a mí no me conocen casi ni en mi casa, he de decir que esto ya lo escribía yo a finales del verano de 2008, acuérdense, cuando media España desaceleraba y la otra media estaba en crisis. Ahí les dejo la perla que envié a algún periódico por entonces. Que lo disfruten.

   "Estamos en crisis, no sé si lo sabían. Si me lo permiten apuntaré unas sencillas soluciones para afrontarla, para superarla, y hasta para evitarla en lo sucesivo.
  Cuézase a fuego lento y sin tapar el conjunto de televisiones públicas, al menos dos horas, pásese por el chino para limpiar la mugre de grandes hermanos y tomates, y déjese la nueva programación enfriando en un recipiente de debates, documentales, películas con mensaje, tolerancia y respeto.         
   Sofríase aparte, y a fuego mediano, cuarto y mitad de clase política salvaje hasta que quede doradita, incluso algo churrascada, y riéguese al final con una taza de formación, vocación, altruismo y sacrificio, a partes iguales. Colóquese el solomillo de la ambición sobre el sofrito, aderécese con hierbas pobres de lugares pobres, y deje freír al gusto. Sazónese con lo que queremos sean nuestros hijos, y retire con una espumadera lo que van siendo, al menos dos o tres veces.
   Sírvase sobre el lecho de la salsa del principio, con unas ramitas de cariño y educación, pero sobre todo sírvase con el placer del trabajo bien hecho, con la mera reivindicación de querer seguir haciéndolo. No olvide tapar con plástico conservante lo que le sobre. No imagina usted lo bueno que está, lo bien que se conserva y lo útil que le resultará a otros."

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