martes, 22 de enero de 2013

Nuestros sueños.


   Hubo un tiempo en que los españoles, saliendo de una época gris y ausente de libertades, decidimos otorgarnos una Carta Magna que recogiera, por fin, un derecho natural inherente al ser humano a consta, siempre a un precio, de otorgarnos de unas Instituciones que velaran por esos derechos en todos y cada uno de nosotros.

   Como estas Instituciones deben ser administradas, decidimos aceptar a unos grupos políticos, llamados Partidos, para que las gestionasen de acuerdo a la voluntad del Pueblo quien, como premisa básica, tendría siempre la Soberanía.

   Las Instituciones, tres en una, serían poderes separados cuyo contrapeso permitiría el adecuado control y equilibrio, y esta sería la garantía de crecimiento de la Sociedad, de una Sociedad al fin igualitaria, y en la que todos tendrían las mismas oportunidades más allá de su cuna o de sus medios económicos.

   Incluso aceptamos que una Institución de difícil digestión como la Monarquía permaneciese como encarnación de la máxima representación de nuestro Estado, y aunque ello supusiese aceptar la última voluntad del Dictador en el nombramiento de su sucesor.

   Pero el tiempo pasó, y vimos que los gestores - partidos que nombramos administradores no resultaron ser lo que pensábamos. Cayeron en la corrupción económica y ética, mezclaron los tres poderes dominándolos a su antojo, nos empobrecieron, no garantizaron - en fin - aquellos derechos naturales e inherentes al ser humano que eran, no lo olvidemos, el fundamento último de nuestra Carta Magna.

   Pero ya era tarde. Habíamos creado un Monstruo de mil cabezas que era imposible de vencer. La Partitocracia había fagocitado a la Democracia. No quedaba nada de nuestros sueños, de nuestras esperanzas y una sociedad miserable, cuando no amoral, se habría camino cada año, cada década.

   Hoy podría ser demasiado tarde y quizás tendríamos que resignarnos, pero no lo es. Nunca es tarde, siempre hay esperanza, quizás no para nosotros pero sí para nuestros hijos. Esperanza en esa Sociedad igualitaria que soñamos un día, esperanza en un Poder digno y humano como servidor de esa Soberanía del Pueblo que han hecho que olvidemos.
 
   De tí, de mí, de nosotros depende una reflexión y un cambio, un no aceptar que ha de ser así. No sabemos cuál es el camino para lograr cambiar este fracasado modelo, pero si sabemos dos cosas: el primer paso (la reflexión a la que invito) y el último ( que esa Sociedad que soñamos llegue a ser una realidad).

   Buen día a todos.

  

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