miércoles, 8 de mayo de 2013

El niño que llevamos.


   Esta mañana, he pasado por un colegio en el que un montón de niños, de 11 ó 12 años, se hacían la tradicional foto con sus profesores antes de finalizar su curso y, también, esa etapa de sus vidas. Y me ha venido a la memoria ese momento de mi vida, que tengo la suerte de recordar con bastante nitidez.

  Y en ese momento me he metido en la piel de uno de esos niños. Me veía allí, mirando al fotógrafo y riéndome con algún compañero mientras de reojo no perdía de vista al profesor. Y, más adentro, me he metido en el cerebro de aquel niño que yo era, y he observado que no existía ninguna preocupación, ninguna tristeza, y que ni me sentía pequeño ni me sentía grande, ni me parecía que aquel lugar fuese bueno ni fuese malo. Sólo quería reír. Nada era la ideología, nada la política, menos aún el futuro, el pasado era un desayuno, el amor ni a dos metros de mí, Dios como si fuese otro más de la pandilla, mi familia sin defectos, mi aspecto sin precisar espejos. Joder, era la felicidad, y ahora lo veo.

  Y me doy cuenta, que en aquel momento, ni se me pasaba por la cabeza observar al yo que soy yo ahora y que entonces sería otro hombre ya adulto mirando como nos hacíamos la fotografía, otro hombre que pensaría que el futuro son esos niños y que, quién sabe, quizás hereden otro mundo mejor y más justo, un hombre que en ese momento recordara su fotografía allá en su niñez, y volviese a meterse en la piel de otro niño, y así, seguir hasta un infinito de años y siglos, siempre pensando en que el mundo es de los niños y que puede cambiar, y que esa era la felicidad.

   Sin embargo, el mundo es el mismo; el niño es un hombre; la felicidad es ..., otra cosa. ¿Qué ha fallado en años y siglos, en una vida? ¿Dónde se quedó el niño que buscaba reír? ¿Dónde está esa puñetera fotografía limpia de pecados?

 

   Y entonces, tras estas reflexiones que suceden en unos segundos, te das cuenta, me doy cuenta, que ese niño está allí, ahora mismo, y aquí a la vez, dentro de mí, de tí, de casi cualquiera que sienta que no hay un mundo que mejorar alrededor, no hay una maldad que combatir alrededor, no hay nada que mejorar alrededor y que, en realidad, el mundo soy yo, ese niño, y que me basta sacarlo para reír y hacer reír, sin que nada sepa de tristezas y miserias.

  Sólo tengo que sacar a ese niño, sólo tienes que sacar a ese niño.

   Buen día.

 

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