miércoles, 10 de abril de 2013

La Función Social.


  Decía Morihei Ueshiba que primero has de arreglarte tú, después a tu familia, más tarde tu Nación, y por último el Universo. Qúe duda cabe que el primer paso es el difícil porque, si bien en apariencia depende sólo de tí, en realidad es afectado de manera inmisericorde por cuanto te rodea.

   En realidad lo que falta en nuestro Modelo de Estado -y es que si se fijan bien, sólo hablamos de lo que sobra en dicho Modelo y no de lo que hace falta - es la Función Social. Pero no la Función Social de la Constitución que ampara la expropiación por razón de interés público ( que se lo cuenten a los andaluces hoy, acongojados con la amenaza de "usar" pisos vacíos e inactivos ).

  Hablo de otra razón social que nace de esa Función Social que ahora reivindico. Quizás, sin conocer la filosofía de China o Japón, cueste algo entenderlo pero vamos a ello.

  Cada uno de nuestros actos, cotidianos o laborales, puede ser realizado como si estuviésemos pintando La Giocconda o tirando un cubo de agua. Si lo hacemos de la primera de las maneras habremos logrado dos cosas: una evidente, cual es que el resultado será bueno, y otra que "en el interín" habremos disfrutado.

   La productividad crecerá espectacularmente y, sobre todo, seremos algo más felices.

   Dirán ustedes que para que esto se produzca harían falta también dos cosas: la primera que hubiese algo que hacer, y la segunda que esto no se llamase España sino Japón. Y no les falta razón, claro. Es cierto que nuestro modelo educativo - y no me refiero sólo al oficial sino al popular o callejero - ha incrustado en muchos de nosotros la filosofía del pelotazo rápido, del escaqueo, de la habilidad para sortear la legalidad. ¿Y qué voy a decir de nuestra actividad laboral inexistente para tantos? Pero es que estas manchas no son consecuencia de nuestra crisis, sino causa. Sin Función Social no hay Sociedad próspera.

   Los que trabajamos sí que podemos cumplir la parte laboral que nos corresponde. Los que no, sin duda tendrán miles de actos que mejorar, y quizás el primero fuera la legalidad, nos guste o no. Si no nos gusta, podremos armar los cimientos de una nueva legalidad pero no podrá ser a consta de violentar la existente. Recordemos que Sócrates murió acatando unas normas absurdas, pero aceptándolas.

 


   Hagan la prueba un día, en cada una de sus actividades. Observen sus movimientos, sus actividades, sus reacciones, cómo adquiere forma su obra. Al acabar el día no habrá cambiado el país, ni la crisis, pero habrán arrancado una sonrisa, sembrado una esperanza, consolado una tristeza..., quién sabe?

   Estoy absolutamente convencido que el Bien tiene un desarrollo mucho más exponencial que el Mal. ¿No lo creen?

 Hagan la prueba.

  Buen día.
 

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