viernes, 17 de junio de 2011

El cielo no debe estar en una cinta de vídeo.

   Hace un par de días, por un paso de cebra y delante de mi automóvil, cruzaban dos ancianos cogidos de la mano con paso lento, y sin más conversación que un gesto de ella ante unos grafitis en una pared. Sabía que en esa escena había una entrada, una novela, todo un mundo.

   Tuve suerte, porque estos ancianos se han vuelto casi invisibles para todos nosotros, y si alguna vez reparamos en ellos es, acaso, porque nos molestan. Nos molestan si vienen a la consulta, si dan un aviso de de atención a domicilio, si reclaman una urgencia, si necesitan atención a una incontinencia de esfínteres, si se rompen una cadera, si pierden la cabeza, si se quedan en la cama, si se mueven demasiado, si no comen, si comen mucho, si no oyen, si lo escuchan todo, si de nada hablan, si de todo opinan, si viven, si se mueren...

   Tuve suerte, porque además vi a dos a la vez, y enamorados a juzgar por sus manos cogidas con cerca de noventa años en sus pies. Enamorados..., hoy cuando asumimos que tal estado dura unos pocos meses o años cuando no, como algunos piensan, es simplemente prescindible, o acaso se le pone un precio y se compra.

   Tuve suerte, porque en un momento de mi vida en el que empiezo a pensar que el cielo está grabado en alguna cinta de video por mi casa, esos dos ancianos me recuerdan que vivir es un present perfect continuous, un tiempo verbal inglés que fue, pero que continúa, una inconmensurable experiencia que no finaliza a los cuarenta y cinco años a pesar de cuanto diga el INEM.

   Tuve suerte, porque imaginé que tendrían hijos y que vivirían lejos, y que esos hijos serían buenos hijos que darían unas canas por verles con los ojos que yo les estaba viendo, justo en ese instante.

  Creo que cuando tenga que atender a una persona ya mayor, por la razón que sea, voy a recordar esta escena, sobre todo si tengo un mal día, que ya conocen ustedes el dicho de que "una mala tarde la tiene cualquiera", y de esta forma intentaré ser amable, escuchar con atención, y mostrar un sincero respeto por quien sólo tiene de ventaja haber vivido-sobrevivido más que yo. Nada más, y nada menos.

1 comentario:

  1. ¡Cuánta razón tienes!. No es lo mismo hacer una historia clínica a una persona de 70, que a otra de 20-30 años. La riqueza de experiencias, de alegrías y de sufrimientos de todos los años que les separan, les da una dimensión distinta, más amplia. Sólo hay que dejarles expresarse.
    Muchas gracias por tus observaciones.

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